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Soy boxeador
Vivimos la vida como podemos o como nos dejan. Cuando decidimos iniciar algo, todo cuanto nos rodea nos influye. ¿Cuándo un boxeador decide ser boxeador? Siente ese gusanillo cuando ve algunas películas, cuando ve a su hermano boxear, cuando oye las historias de su padre. Quizás cuando alguien le dice – chico, tú pareces tener madera para esto – y así, casi sin darse cuenta, se ve encima de un cuadrilátero, temblándole las piernas y esperando sus primeros golpes de verdad. Ahí es cuando empieza a forjarse el boxeador. Después de ese primer combate –esto ya no es un juego, chico – Sigue entrenando cada día, pensando en su próxima pelea. Su carácter se moldea al igual que lo hace su cuerpo. Nada es fácil, nada es gratis. Y llega el salto a profesional. ¿Marca eso la diferencia entre ser un boxeador de verdad y no serlo? No. Simplemente cobrar por pelear. ¿Entonces? ¿Cuándo sabe o puede decir alguien “Yo soy Boxeador” ? Porque no se gradua, no le entregan un diploma. Sin embargo llega un día, en el que alguien como yo se planta delante de él, decide sacarle de contexto, alejarle de un cuadrilátero. Y aquel chico que más o menos recuerda cómo se metió en esto, hoy siente y muestra con orgullo que es BOXEADOR.
Fotografía y Texto: Montse Castillo
San Valentín en pasado
Cuando pensamos en un día como San Valentín, al menos las románticas como yo, lo hacemos con la idea de un día colmado de gestos de amor y deseo. A menudo esas expectativas se quedan muy cortas porque nada sale como lo habíamos imaginado. Sólo unas pocas veces y cuando ocurre suele ser maravilloso, nos damos cuenta de las infinitas formas de amar que existen . Si te quedas en como debería haber sido tu San Valentín, si al final del día te sientes decepcionado o insatisfecho , piensa que quizás no has sabido vivir, ni sentir cada instante de esas 24 horas , piensa que quizás y sólo quizás quién no ama de verdad eres tú.
Fotografia y Texto: Montse Castillo