La vida moldea nuestro cuerpo, nuestro carácter, ablanda o endurece nuestro corazón pero hay algo que permanece con nosotros y posiblemente perdura más allá de nosotros.
Aprendemos a pelear, aprendemos a esquivar, a levantarnos, a golpear. Esto no nos hace distintos. Nos admiran por nuestra técnica, por nuestra dureza, por nuestra habilidad y llegamos a ser reyes en un ring .
En el combate de la vida eso no basta para hacerte grande. Cuando estás en lo más alto todo está a tu favor. Las dificultades se hacen superficiales porque solo basta pedir para tener. Un trono que te dan y te quitan sin ningún escrúpulo.
Entonces te das cuenta de qué es lo que te hace grande, lo que te está dando realmente el poder. Ya te has visto solo y no te ha dado miedo. Sin apoyos, sin medios, solo el corazón de dragón que llevas dentro. ¿ Quien podría arrebatarte eso?
En estos momentos de gloria, rodeado de gente que dice admirarte aunque no te ven, que te apoyan por beneficio propio, ahora que la vida es más fácil, el dragón descansa. Volverá a despertar ante el rival más poderoso, ante la situación más complicada. Por ello eres digno de esa corona, digno de ese trono.