reportaje
Mujer o muñeca
Con la que los hombres se puedan entretener;
Se dulce como la miel de abeja,
Pero dura como un cincel;
Ríe con risa genuina y no a carcajadas
Que no sea tu risa forzada;
Mira con ternura, que en tus ojos se resalta
Tu belleza y hermosura.
Te doy estos consejos hija mía
Porque al paso de los años,
Es lo que la experiencia me ha dictado;
Nunca te devalúes, siempre se mujer
Más nunca una muñeca de papel …
Garras convertidas en puñales
Yonkis del éxito
Es más fácil llegar a ese éxtasis que vivir a partir de él. Y entonces sabes que te has vuelto un yonki de tu propio éxito, un yonki de tu propia felicidad. Sientes vértigo porque sabes que a partir de ahí solo queda bajar, almenos durante un tiempo.
Por una parte admiro la gente de corazón tranquilo que les basta un triunfo en sus vidas para sentir que ya han cumplido, posiblemente vivan más años que yo. Algo de tu vida se va en cada subida. La fuerza que te impulsa a conseguirlo es la misma que te impulsa hacia abajo. Porque para los que no somos unos genios, somos lo último que hacemos y nunca es suficiente.
No sé vivir sin que la vida me sorprenda y casi nada me sorprende ya.
Todas y ninguna
Cristo se pone los guantes
Fue George Foreman quien dijo ser El Puño de Dios. No hay más que observar un poco para darnos cuenta de lo presente que está Dios y sus allegados en un vestuario, en el cuadrilátero o en los gimnasios. Sea cual sea el motivo, Cristo acabará poniéndose los guantes.
Agallas
__ Debió ser un hombre muy valiente, Eddie.
__ Oigo decir a algunos tipos que tal boxeador tiene agallas. A veces, después de un combate, leo en los periódicos que algún boxeador tiene un montón de agallas. A veces lo escriben incluso de mí.
__ Deberían.
__ No me estoy metiendo con los periodistas. Lo agradezco.
__ Sé que lo agradeces.
__ Pero nadie parece comprenderlo y … no sé… me entristece un poco. ¿Sabes a qué me refiero? ¿Qué tiene de fabuloso lo que hace un boxeador? Es su oficio. Ni siquiera piensas en los puñetazos. Ni siquiera los sientes.
Ya sé, ya sé, pensaba yo, pero por favor no lo digas. Estás sopesando la ecuación entre el miedo y la valentía, diciéndome que no conoces al primero y, por tanto, no necesitas la segunda. Cuando trato de estirarme para entenderte, resulta que descubro más bien que tú te agachas para explicármelo.
__ ¿Qué hace un boxeador que se parezca a lo que hacía mi viejo? __ preguntó__. A mi viejo nadie le dijo nunca que tenía agallas . Nadie le prestó jamás la menor atención, y estaba allí subido todos los días, peleando con esos mareos, y todo el tiempo estaba muriéndose.