textoMontse
LE LLAMAN TIBURON
Su apodo, Tiburón. Su aspecto, una mezcla entre el Potro italiano y un dandi inglés.
Cuál es la intención de un boxeador en esos minutos que transcurren desde el vestuario al cuadrilátero?. Cuánto hay de Boxeador y cuánto de personaje ?
En la esquina ya no hay personajes. Te liberas de toda la espectacularidad de tu entrada y solo te quedas en calzón y guantes. Tu apodo lo recordarán o no por tus puños.
La cara oculta de tu enemigo
A menudo desconoces la cara de aquello que va a hacerte daño. Otras veces la conoces muy bien, pero no tienes ni idea de lo que tiene preparado para ti. Y otras eres consciente de todo pero inconsciente en las decisiones.
Una vez escribí que no hay peor enemigo que aquel que te hace dudar de ti mismo, pero sí lo hay. Es aquel que te hace confiar hasta que consigue bajarte la guardia.
Si quien tienes delante te conoce tan bien, lo único que puedes hacer es aprender a encajar los golpes y asalto tras asalto conseguir conocer más de él . Si no besas la lona, el combate no termina hasta que suena la campana.
Sudor y Lágrimas
Somos más grandes cuando no dejamos de ser humanos. No sé que aluvión de emociones inundan un deportista cuando le llega un momento de recompensa después de tanto esfuerzo. Sergio “Maravilla” Martinez decía que lloraba como un niño después de una pelea . Por algún lado tiene que salir. Yo les he visto concentrados, dando el alma en plena lucha y desbordados llorando como niños cuando todo llega a su fin. La suerte de captarlo es tan grande como la de ellos de vivirlo. Como diría Ruby “Pura Vida”.
Interminables pasillos
Interminables pasillos que dan para pensar. La mano firme del entrenador contiene mi furia, mis nervios, mi miedo para mantenerme en ese punto en el que me siento dueño de lo que hago. Aun así mi cabeza piensa y piensa, más deprisa que mis pasos. El pasillo es largo pero acogedor. Casi agradeces que no acabe y poco a poco empiezas a oir el murmullo del ring. Giras y todo se vuelve explosión. Luces, música, la gente. Aun sientes la mano firme en tu hombro. Unos pasos más, cuatro escaleras y solo quedas tú y ese tipo que curiosamente ahora parece más grande.